“La juventud argentina del año
2000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una
rendición de cuentas encaminadas a enjuiciar el uso que los gobernantes de
todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron
poniendo las generaciones precedentes y también si sus actos y sus doctrinas
fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para considerar la
paz entre las naciones” comenzaba diciendo aquel famoso mensaje que el General
escribiera a las generaciones venideras. Entre medio, es decir en los años que
van desde la caída de Perón en el ´55 (o la muerte de Evita en el ´52 más
precisamente) hasta la llegada de Néstor en 2003 nuestros dirigentes se
olvidaron, o en todo caso utilizaron, a los jóvenes sin darles el lugar
preponderante que habían ocupado y mucho menos el que hoy tienen.
“Ya les va a tocar”, “ya van a
tener su oportunidad” o “son jóvenes, tienen tiempo” eran frases muy comunes y
escuchadas a diario por aquellos que reclamaban un lugar o más participación
partidaria. Pero en épocas de elecciones, la juventud era llamada para llevar
adelante las campañas, para repartir boletas, para atender los locales partidarios
y para ser fiscales de mesa, todas tareas “imprescindibles, y que sólo los
jóvenes pueden llevar adelante…” “De ustedes depende el éxito…” solían decir.
Claro está, que pasado el acto eleccionario y la hora de los festejos, o no, la
juventud volvía a ser condenada al ostracismo hasta nuevo aviso.
Estos puntos, hicieron que muchos
se alejen de la militancia, lo que llevó a que la dirigencia no se renueve
y que durante décadas nos gobiernen
personas con ideales que no se aggiornaban a los tiempos actuales o lo que es
peor, los cambios de banderías políticas o de legitimidad de los gobiernos no
implicaron cambios en las acciones tomadas.
Con la llegada de Néstor, los
jóvenes recuperaron la militancia, la participación. Y esto se dio porque fue
él quien interpretó como nadie sus
demandas, sus necesidades y sus inquietudes. La juventud se vio reflejada en
ese flaco rebelde que se le plantó al FMI, que dijo no al ALCA, que bajó los
cuadros… “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”
dijo alguna vez Salvador Allende, y Néstor fue justamente eso, revolución.
Lamentablemente, todavía existen
dirigentes que no lo entienden, que no pudieron canalizar las demandas de
millones de jóvenes que festejan el cambio que durante tantos años le negaron
egoístamente y hoy ya es irreversible. Estos dirigentes son los que ya no
interesan porque como dice Charly, “los dinosaurios van a desaparecer”. Los que
si importan son los que siguiendo los preceptos de Evita, Perón, Néstor y
Cristina ponen a la juventud en un mismo nivel, les brindan apoyo, contención,
conocimiento y fundamentalmente les dan la oportunidad de expresarse y de
participar.
Para la juventud militante, sin
lugar a dudas la década se ganó, y aquellos que no lo entiendan serán en los
tiempos venideros los condenados al ostracismo.